27.2.08

UN CUENTITO: UN JAMES BOND DE PACOTILLA

Nadie previó que la fiesta tendría un final así.
La velada había comenzado alegremente en la Embajada de Finlandia en Washington. El embajador y su señora esposa bailaban alegremente en el centro de la pista, el Presidente del Senado americano, con la corbata como vincha en su calva frente, intentaba encabezar un trencito, y los camareros acercaban más bebidas a las mesas mientras sonaban los acordes de una canción de Damas Gratis.
Uno de los mayordomos del palacio ingresó a toda velocidad al salón. En el impulso de abrir la puerta, golpeó a un mozo, que intentaba flambear una tortilla de metro y medio, más o menos, haciendo que las cortinas de la sala comenzaran a incendiarse.
El mayordomo traía en su mano derecha un teléfono inalámbrico. Se lo alcanzó al embajador.
La cara del diplomático cambió en el momento al escuchar lo que su interlocutor tenía para decirle. Su rostro palideció. Su sonrisa se transformó en una mueca. Luego de cortar, se dejó caer sobre uno de los sillones. Acercó su boca al oído de su secretario y le contó lo conversado. “Hay una bomba en la embajada”, le dijo.
El secretario del embajador tomó una copa de champaña de la mesa, la bebió de un trago, como para darse ánimo y se subió a una silla.
Golpeaba la copa con una cuchara, como si fuese una campana para llamar la atención de los presentes. “¿Hay algún agente secreto en la sala?” –preguntó.
Desde el fondo del salón se vio la silueta de un hombre avanzando con paso firme. Vestía un smoking impecable, un cigarrillo se sostenía entre los labios y una sonrisa perfectamente blanca iluminaba su paso. Si no hubiese sido por la cara de boludo que tenía, cualquiera hubiese pensado que se trataba del mismo James Bond.
Su nombre era Kenneth Seymour, y estaba en la fiesta porque su cuñado, jefe regional de la CIA tenía a su hijo menor con escarlatina y no quería desperdiciar la invitación.
Kenneth se acercó al embajador y en voz baja le preguntó con cuánto tiempo contaban hasta la detonación. “Una hora y veinte minutos”, respondió el finés.
Kenneth sacó su cigarrera de plata del bolsillo interior del saco. De la tapa trasera de la cigarrera, retiró un chip. Pegó ese chip a la parte posterior de su teléfono celular y en la pantalla se vio la leyenda “Scanning”. Por obra y gracia de la tecnología, había transformado su teléfono celular en un detector de bombas. Al fin le había encontrado una utilidad al aparato, ya que no tenía señal en ninguna parte.
Lentamente fue llevando su teléfono (ahora convertido en detector) por todos los rincones de la sala y ningún resultado se veía. Hasta que en un momento, atravesando la puerta de la cocina, la pantalla de LCD de su teléfono comenzó a titilar con la expresión “Bomb Found” (bomba encontrada, en inglés). El detector lo llevó hasta una olla de grandes dimensiones en donde se aprestaban a preparar el plato principal de la noche: fideos moñitos con manteca. El agente corrió hacia la olla, la tomó de las asas y desparramó el contenido hacia un costado. El agua hirviente de la olla produjo serias quemaduras en el rostro y cuello del Congresista Brannigan, que acompañaba a Kenneth por toda la residencia.
Fue allí donde encontró la bomba, en un doble fondo de la olla.
La bomba era de fabricación casera, con un explosivo C4 y un detonador digital que llevaba la cuenta regresiva hacia la explosión. Dos cables, uno rojo y uno verde, unían el detonador al explosivo.
-Es algo simple, sólo hay que saber qué cable cortar –dijo Kenneth.
-¿Y cómo va a decidir cuál de los dos cables va a cortar? –preguntó el presidente del Senado, con la corbata aún cruzando su frente-. Creo que nos corresponde, en la tierra de la democracia y las libertades, decidir entre todos, ya que nuestra vida está en juego.
Cumpliendo con la requisitoria del Presidente del Senado, se llamó a una votación secreta, utilizando el baño de caballeros como cuarto oscuro. Luego de la votación, el escrutinio marcó un 58% de los votos a favor de cortar el cable verde, un 41% a favor de cortar el rojo y un voto en blanco, seguramente del anarquista que dirige el diario Chronicles of the Fucking Washington. Uno de los presentes al grito de “fraude, fraude” propuso anular la elección y llamar a una nueva votación para la semana entrante. Una bala proveniente del arma del jefe de seguridad de la embajada, atravesó su cabeza.
Kenneth sabía que debía cortar el cable verde, pero un nuevo impedimento llegaría para seguir complicando la noche: nadie sabía que Ken era daltónico.
El agente estaba acostado en el piso. Dos miembros de la orquesta sujetaban la olla que contenía la bomba a unos treinta centímetros sobre la cabeza de Ken, para que pudiese trabajar más cómodamente.
Kenneth debía decidir cuál cable cortar, pero los dos se veían igual ante sus ojos. Un sudor frío corría por su rostro. Él nunca había transpirado, por lo que dedujo que ese sudor era en realidad ajeno. Levantó la vista y vio la cara del senador Caporaletti sudando sobre él. Un movimiento de ojos bastó para que los hombres de seguridad lo alejaran a trompadas del lugar.
La cuenta regresiva seguía avanzando. Faltaban 30 segundos para la detonación. El silencio era un ruido atronador en los oídos de los presentes. La respiración se hacía más difícil y el aire más insoportable que la última comedia de Florencia Peña.
10 segundos y Kenneth no distinguía el cable. 5 segundos para la explosión, 4, 3, 2… y el corte. El reloj se detuvo. No hubo explosión.
Kenneth no dio importancia a los aplausos de los presentes y caminó hacia su mesa con la satisfacción de haber salvado a todos en el último segundo. Su esposa lo esperaba con la misma cara avinagrada de siempre.
-Desactivaste la bomba un segundo antes de la explosión, sólo un segundo –le dijo, mirándolo de costado con cara de asco-. Siempre lo mismo... siempre dejando todo para último momento.


Adaptación a cuento de un fragmento del capítulo 5 de la novela inédita e inconclusa “Un James Bond de pacotilla”.

6 comentarios:

Maitza dijo...

jajajaja Un obse sin dudas este kenneth (además de daltónico) si siempre posterga todo...............digo por el comentario de su mujer, que además de avinagrada será seguramente una histérica que le hace causa a kenneth!! jajaaj buenísimo.........

Maitza dijo...

Si la pasé lindo !!! gracias , igual te leía cuando conseguía conectarme
besos

theronda.blogspot.com dijo...

Muy bueno !


Ale

Anónimo dijo...

GENIAL COMO SIEMPRE, ME ENCANTO EL PLATO PRINCIPAL, UNO DE MIS PREFERIDOS

PATLY

Gustavomdq dijo...

MUY BUENO¡¡

Anónimo dijo...

Muy bueno!!
Pero este relato me hizo acordar a las películas de suspenso (mis preferidas) que ante una situación semejante nunca saben que cable cortar y yo me pregunto por qué no los cortan todos y chau???